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Francisco, un nombre que lleva consigo el peso de la historia y la promesa del futuro. En cada letra, en cada sonido, se encuentra la esencia de un ser único, un rayo de luz que ilumina mi vida con su presencia.

Desde el momento en que llegaste al mundo, Francisco, supe que mi corazón había encontrado un nuevo hogar. Tu sonrisa, radiante como el sol, ilumina incluso los días más oscuros, y tus ojos, llenos de curiosidad y sabiduría, me recuerdan la belleza del asombro infantil.

Cada día contigo es una aventura, una oportunidad para explorar el mundo juntos y descubrir nuevos horizontes. Tu ingenio, tu creatividad y tu amor por la vida son inspiradores, recordándome la importancia de abrazar cada momento con gratitud y alegría.

Eres más que un hijo, Francisco, eres mi compañero de viaje, mi confidente, mi mayor tesoro. En tus risas encuentro la melodía de la felicidad, y en tus abrazos, el refugio más cálido y reconfortante.

A medida que creces, Francisco, sé que seguirás sorprendiéndome con tu inteligencia, tu bondad y tu coraje. Estoy emocionado por ser testigo de cada paso de tu camino y por ser parte de tus sueños y aspiraciones.

Que la vida te brinde todo el amor y la felicidad que mereces, mi querido Francisco. Que nunca pierdas esa chispa en tus ojos ni esa pasión en tu corazón. Siempre estaré aquí para ti, apoyándote, amándote y celebrando cada momento a tu lado.